“Renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, vivamos con sensatez, justicia y piedad en el siglo presente”
Epístola de San Pablo a Tito 2, 12

La Templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados.

La Templanza asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad.

La persona templada, moderada, orienta hacia el bien los apetitos que nacen a través de los sentidos, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar por sus impulsos.

No podemos educar en Virtudes sin contemplar siempre al hombre real, al hombre concreto.

“La virtud no es algo abstracto, distanciado de la vida, sino que, por el contrario, tiene “raíces” profundas en la vida misma, brota de ella y la configura”
San Juan Pablo II

La Virtud, a su vez, incide en la vida del hombre, en sus acciones y en su comportamiento dando lugar a actuaciones prudentes, justas, valientes, y en relación con la Templanza, acciones moderadas, templadas, o sobrias, hasta el punto de que no se puede ser hombre verdaderamente prudente, ni auténticamente justo, ni realmente fuerte, si no se posee asimismo la virtud de la Templanza. (San Juan Pablo II).

Oremos.

Padre nuestro, que estás en el cielo, 
santificado sea tu Nombre; 
venga a nosotros tu reino; 
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. 
Danos hoy nuestro pan de cada día; 
perdona nuestras ofensas 
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; 
no nos dejes caer en la tentación, 
y líbranos del mal.

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Amén.

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