La virtud de la Fortaleza supone no aceptar lo que nos ocurre de un modo pasivo, si no con deseos de sacar siempre algo bueno de cualquier situación, por difícil que sea. Para ejercer la Fortaleza se requiere de iniciativa, decisión, voluntad para llevar a cabo lo decidido, y perseverancia, aunque cueste un esfuerzo importante.

Y, para que esta perseverancia sea constante, es fundamental tener una motivación adecuada. Los hijos tienen que ver el esfuerzo que luego van a realizar como algo necesario y conveniente.

Enemigos de la Fortaleza son el temor, la osadía y  la indiferencia.

  • Nuestros temores atenazan la personalidad e incapacitan para enfrentar las situaciones cuando sea necesario.
  • La osadía, que nos mueve a obrar por impulsos irreflexivos y no por fortaleza, necesita ser templada a base de prudencia, de la que ya hemos hablado en capítulos anteriores.
  • La indiferencia, que nos anestesia frente a los posibles retos y metas, es vencida educando la capacidad de acometer decisiones que nos lleven a mejorar como personas.

La virtud de la Fortaleza, por tanto, se puede y se debe educar, y dotará a la persona de señorío sobre sí mismo, del autodominio que da la victoria más importante en la vida: la batalla contra uno mismo.

“La Fortaleza es la virtud de quien no se aviene a componendas en el cumplimiento del propio deber” (San Juan Pablo II).

Oremos

Dios te salve María, 
llena eres de gracia, 
el Señor es contigo. 
Bendita tú eres 
entre todas las mujeres, 
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. 
Santa María, Madre de Dios, 
ruega por nosotros, pecadores, 
ahora y en la hora de nuestra muerte. 
Amén. 

Que tengáis un buen día.

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