“El sabio de corazón será llamado prudente” (Proverbios 16, 21).

Para poder ser prudente se ha de ser sabio, y para alcanzar la sabiduría son necesarias, en primer lugar, la oración y la meditación de la Sagrada Escritura, porque la verdadera sabiduría es un don de Dios. En consecuencia, es Dios el que concede la prudencia al hombre.

«El Señor es el que da la sabiduría, de su boca nacen la ciencia y la prudencia» (Proverbios 2, 6). 

Oremos.

Oh, Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Amén.

Categories:

Comments are closed